MARAWAKA
SERIE ANTROPOLOGÍA
Glosario de voces indígenas de Venezuela
Lisandro Alvarado
Glosario de voces indígenas de Venezuela
Prólogo, cronología y bibliografía
Francisco Javier Pérez
1a edición,
Manrique y Ramirez Ángel
2a edición, Ministerio
de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1953
1a edición
en Monte Ávila Editores, 2008
ILUSTRACIÓN DE PORTADA
Figuras
zoomorfas con cuerpo espiral
Fotografía: Isaura Castro Andrade
©
MONTE ÁVILA EDITORES LATINOAMERICANA C.A., 2008
Apartado
Postal 70712, Caracas, Venezuela Telefax (58-212) 263.85.08
CORRECCIÓN
Alí Molina / Olga M. Molina
Hecho el Depósito de Ley
Depósito
Legal Nº lf50020084603761 ISBN 978-980-01-1646-3
COLECCIÓN MARAWAKA
Monte Ávila
Editores Latinoamericana se complace
en ofrecer al público
lector una nueva colección
que reco- ge textos fundamentales de las ciencias sociales para el co- nocimiento y revaloración del legado
indígena y de origen africano en la conformación de
nuestra nacionalidad. Así como también
sus aportes en la creación
de un corpus teó- rico que nos permite comprender
mejor el proceso de transformación social de un continente que, tras largos si- glos
de colonialismo, avanza en el
reconocimiento de su condición multiétnica y
pluricultural. Reconocimiento que se traduce
en profundos cambios
políticos y jurídicos, que reorientan la conducción de sus Estados al consagrar
cons- titucionalmente la
diversidad sociocultural y lingüística que los caracteriza. MARAWAKA BILONGO, dirigida por Beatriz
Bermúdez Rothe, toma su nombre de dos pa-
labras cargadas de un profundo simbolismo, convertidas
hoy en topónimos. La primera identifica a un héroe cultu- ral entre los pueblos de lengua y
cultura caribe de las Guayanas
y la Amazonía y es también el nombre con que se conoce un cerro en el territorio ye kwana del estado Amazonas. La segunda,
bilongo, designa al chamán entre varios pueblos de África Central
y es el nombre de la fito- terapia en la tradición kongo, así como el origen de la de- nominación
de un poblado de Barlovento, Venezuela.
PRÓLOGO
POSIBLEMENTE,
ninguna de las figuras de la ciencia venezolana surgidas durante el rico período que corre des- de 1883 hasta 1930 reviste, aún, tanta
importancia para el conocimiento de lo
esencial venezolano como la de Lisandro Alvarado.
Hombre de estudios
sistemáticos, erudito, meticuloso,
de pensamiento prodigioso, de formación clásica
(estudia latín en Barquisimeto con Egidio Montesinos, su primer maestro),
Alvarado se ocupará, sobre las huellas de Arístides
Rojas y de Adolfo Ernst (junto a Rafael
Villavicencio sus men-
tores positivistas en la Universidad de Caracas), de conocer
eso que determina las particularidades de la cultura venezo-
lana, proponiendo un amplio proyecto
de investigación que tocaría todas las áreas principales dentro de las ciencias hu-
manas: lingüística, literatura, folklore, antropología, sociolo-
gía, etnografía e historia.
Para Alvarado,
como para
Guillermo de
Humboldt, el estudio del lenguaje de un pueblo no es un fin en sí mismo sino, contrariamente, un vehículo
para su conocimiento.
Se acercará al lenguaje venezolano, especialmente al léxi- co, para descubrir
en él su faz etnográfica,
para leer en las palabras las cosas que esconden y visualizar, entonces, la vi- da
que ellas como un designio están obligadas a eternizar como memoria
de un pueblo.
Pacientemente y durante largos recorridos por la tierra
venezolana, este incansable maestro recogerá las palabras, expresiones, frases,
modos particulares, giros propios y nue- vas
acepciones que definen la variante
dialectal de nuestro español. Su obra de lingüista y de lexicógrafo se propondrá una descripción sistemática de todos esos usos lingüísticos, guiado por la idea final de acercarse al conocimiento de nuestras
particularidades como pueblo y como nación,
en la creencia del siglo XIX de que conocer la lengua y la histo- ria
lingüística de un pueblo
equivalía a conocer la
historia y manera
de ser de ese pueblo.
Ésta, pues, será su meta y su
preocupación de lingüista.
LA LINGÜÍSTICA DE SU TIEMPO
Alvarado se forma bajo el
signo de los neogramáti- cos (Junggrammatiker). Esta escuela
de lingüistas alema- nes
había construido una teoría lingüística sobre
la idea de la recurrencia sistemática y de la regularidad de los fenómenos. Creyendo en el principio de la infalibilidad de las leyes fonéticas habían logrado explicar
las razones del cambio
lingüístico y de la evolución de las lenguas
(indo- europeas, en este caso), con una metodología que científi-
camente podía hacer arribar la investigación a resultados exactos y comprobables. La ciencia del lenguaje que
ha- bía nacido en la Alemania de principios del siglo XIX, des- pués del camino trazado por Bopp, Humboldt, Grimm, Diez y muchos otros notables lingüistas de esta época irre-
petible
para nuestra especialidad, se erigía en una ciencia con visos de «exactitud» (muy cerca de las ciencias exactas
clásicas) inusuales en el ámbito de las ciencias humanas.
El
mismo Ferdinand de Saussure,
formado en la Ale- mania neogramática, ha entendido que el aporte de esta es- cuela radicó
en cambiar el criterio imperante
que afirmaba que las lenguas eran organismos vivos que se desarrollaban
por sí mismos, y sustituirlo por el que sostenía
que, al con- trario,
las lenguas eran un producto
espiritual y social.
Esta
misma conclusión se desprendía de las investi- gaciones
en el campo de la lingüística románica de aquellos
años. Los estudios dialectológicos de finales del siglo pasa- do
y los primeros intentos de geografía lingüística, en
res- puesta a la rigidez del método
neogramático, ponían de manifiesto la necesidad de centrar los intereses en
el len- guaje popular
y en la explicación del origen de las palabras
en su conexión con las realidades. El método Palabras y co- sas marcaría la pauta en cuanto
a la interdisciplinariedad en el estudio
de la lingüística, en donde etnografía y lingüís- tica se unían para lograr una aproximación al origen de los nombres
y, a través del origen de los nombres, una expli- cación sobre la naturaleza de los objetos que estos nombres
designaban, calificaban, distinguían
y diferenciaban.
En síntesis, los caminos de la
lingüística que se gestan
entre 1883 y 1930, base de las modernas escuelas, postula-
rían, en pugna unos y otros,
la creencia en una lingüística na- turalista,
defensora de la idea de que las lenguas
son como seres vivos, y, por
otra parte, la postura contraria
de una lingüística descriptiva que defendía
el ingrediente social en la
configuración de las lenguas. Sin embargo, ambas tenden-
cias coincidían en que los métodos debían caracterizarse por su sistema,
cientificidad y manejo
de datos cuantificables como herencia del pensamiento positivista.
La obra lingüística de Lisandro
Alvarado resultaría
de la conjunción de los principios positivistas y naturalis- tas que privaban en la ciencia
venezolana de estos años. Neogramático y positivista, Alvarado hará
investigación con método y rigor; etnógrafo
y humanista, observará el lenguaje popular venezolano como manifestación del es- píritu de nuestro
pueblo. Voces y cosas de Venezuela que su obra
recoge y explica como
búsqueda de los orígenes ve- nezolanos
y memoria activa de la trayectoria vital de los hombres de Venezuela.
LA OBRA LINGÜÍSTICA Y
LEXICOGRÁFICA
Los
intereses lingüísticos de Lisandro Alvarado se desarrollaron principalmente en el terreno lexicográfico. Su obra de lingüista quiso cumplir objetivos
muy claros en relación con la recolección y descripción del lenguaje crio- llo, la codificación del venezolanismo como unidad léxica
de contraste frente a la variedad peninsular del español y el conocimiento de la fragmentación dialectal del español de Venezuela.
Para llevar a cabo estos objetivos, Alvarado diseñó un proyecto de investigación muy amplio y ambicioso que comprendía
tres etapas de trabajo y la correspondiente elaboración
de tres obras que
ofrecerían los resultados
al- canzados en cada una de estas etapas:
primera: recolección y descripción del léxico de origen
indígena de uso en
el es- pañol de
Venezuela; segunda: recolección y descripción del léxico coloquial diferencial del español hablado en
el país; y tercera: estudio de las peculiaridades fonéticas
del español de Venezuela. El lexicógrafo tocuyano hará alusión a este proyecto en la
«Introducción» a sus Glosarios del
bajo es- pañol en Venezuela:
Por esta razón haremos
de todo ello asunto particular de dos tratados que pueden servir
de complemento al presente y llevar por título Alteraciones fonéticas del bajo
español en Venezuela el
uno, y Glosario de voces
indígenas de Venezuela el otro.
Tal como se lo había propuesto,
concluirá cada eta-
pa con la publicación de un tratado respectivo en donde se logra un estudio analítico e interpretativo de primer orden
sobre los fenómenos lingüísticos. Así, publicará,
en 1909, las Alteraciones fonéticas del español en Venezuela
en su primera redacción (la segunda
será en 1929); en 1921, el
Glosario de voces indígenas de Venezuela; y por último y como publicación póstuma, en 1929, sus Glosarios
del bajo español en Venezuela.
Los principios característicos a nivel técnico desple- gados por Alvarado en estos trabajos podrían
enumerarse tal como sigue:
1) claridad en los objetivos y metas de la la- bor lexicográfica;
2) empleo de una metodología de reco- lección; 3) aplicación sistemática de una metodología de redacción; 4) presentación regular de los resultados; y
5) sistemática interna entre las tres obras
(particularmente clara en relación con los Glosarios).
En
este sentido, el aporte de Lisandro Alvarado a nuestra lexicografía y al avance de los estudios lingüísti- cos venezolanos como materia científica ha sido inmenso y
la crítica así lo ha reconocido. Pedro Grases,
en su valio- so estudio dedicado al Alvarado lexicógrafo
(La obra
lexi- cográfica de Lisandro Alvarado, 1954), dirá al respecto:
Todas estas ideas son las que mueven y animan
a Lisandro Alvarado a emprender y realizar en Vene- zuela la obra del vocabulario nacional, lo que ya ha- bía
sido ensayado en la mayor parte de las repúblicas
hispanohablantes. En Venezuela existían algunas pu- blicaciones estimables que Alvarado
respeta y utiliza ampliamente, pero no se había intentado en forma de diccionario el estudio exhaustivo del léxico peculiar. Calcaño, Medrano, Picón Febres,
Carmona, Rivodó, Seijas, Villalobos, Michelena, Ernst, Rojas y pocos más habían
dado ya a las prensas escritos
dignos de consi- deración, pero
unos por ser predominantemente didác-
ticos, otros por referirse solamente a una parte del país o por ser muy fragmentarios, no satisfacían el propósito totalizador y objetivo
a que aspiraba
Lisandro Alvarado.
Y con esta mira recorre
el país, consulta
antecedentes y anota la
literatura nacional, para legar a Venezuela
la obra más acabada que en este campo se posee. (Destacado nuestro.)
Su obra significó una
síntesis del conocimiento sobre el léxico de Venezuela
que, después de los intentos coloniales, habían logrado
alcanzar la lexicografía y dialectología ve- nezolanas del siglo XIX (notables en este contexto
las con- tribuciones de Miguel
Carmona como autor del primer diccionario de venezolanismos, su Diccionario
Indo-Hispano o venezolano español de
1858-1859; y de José Domingo Medrano que, con sus Apuntaciones críticas sobre el lengua-
je maracaibero de 1883,
lograría fundar
la lexicografía re- gional en el país) y el punto de
partida de la lexicografía moderna de Venezuela.
EL GLOSARIO DE VOCES INDÍGENAS
Alvarado publica en 1921 su primer trabajo lexico- gráfico de relevancia.
Se trata de un glosario que recoge un nutrido grupo de indigenismos de
uso frecuente en el habla de Venezuela.
Preocupado por las lenguas
indígenas venezolanas y por el estudio
de sus orígenes
y por las huellas que las cul- turas indígenas han dejado en la vida nacional, Alvarado rastrea y anota los indigenismos lexicalizados en el habla del país, documenta
y confirma las etimologías de muchos de ellos, construyendo,
además, la genealogía de cada voz in- dígena desde las primeras referencias coloniales hasta los usos literarios más recientes.
En el Glosario de voces indígenas de Venezuela
Al- varado logra interrelacionar sus inquietudes en torno a dos ámbitos de
estudio que constituían los fundamentos más
determinantes de sus investigaciones. Por un lado, el
estudio de las culturas indígenas, al que había dedicado la mayor parte de sus trabajos de campo, con la idea de lo- grar una descripción rigurosa de los materiales
etnográficos disponibles para
la reconstrucción y conocimiento de la cultura material del pueblo venezolano
(a este respecto, ofrecerá sus resultados en su libro Datos etnográficos de Venezuela, 1945);
por otro, el estudio
del habla de Venezuela en una amplia
gama de tópicos
de descripción, entre
los que ocupaban y ocupan
un rango de primer orden los indigenis- mos, tal como Medrano y Julio Calcaño (El
Castellano en Venezuela, 1897) habían previamente establecido.
Sin embargo, lo que Calcaño y
Medrano no habían po-
dido
alcanzar era
la exactitud
en materia
etimológica, uno
de los indiscutibles méritos del Glosario de Alvarado.
Mientras Calcaño
se obsesiona por encontrar analogías entre las voces
indígenas y las lenguas nacionales europeas o las semíticas
y las orientales, Alvarado, a partir
de los aportes ofrecidos en esta materia
por los misioneros filólogos coloniales, irá fijan-
do para la mayoría de las voces su procedencia y filiación
a los troncos lingüísticos del continente: taíno, caribe, aruaco,
chibcha o tupí. Medrano
adoptará una actitud cautelosa al no aventurar
conclusiones desproporcionadas en relación
con
sus
fuentes y con las metas de su descripción de las voces co-
loquiales de Maracaibo.
En este sentido,
creo que dejando de lado sus logros técnicos en materia lexicográfica, el Glosario de voces in- dígenas de Venezuela
marcó un momento en la historia
de los estudios lingüísticos venezolanos y sigue aún ocupando el
primer lugar en materia de indigenismos, debiendo en- tenderse
como una obra no superada, poseedora de ricos y confiables materiales.
VIGENCIA DE ALVARADO
Las investigaciones lexicográficas realizadas a par-
tir de 1930 han reconocido, con absoluta
unanimidad, los logros
de Alvarado como lexicógrafo del lenguaje criollo, al utilizar constantemente sus materiales y al considerarlo la fuente moderna
de primer orden en esta materia.
Por su parte, la
crítica diccionariológica ha sabido entender el método de investigación de Alvarado y la sis- temática
que genera el aparato descriptivo de sus trabajos. Así, notables lexicógrafos, historiadores y críticos han
expresado su deuda con Alvarado
y encuadrado su produc- ción dentro del contexto de los estudios sobre el
habla del país. Tal es el caso de Pedro Grases, Ángel Rosenblat, Marco
Antonio Martínez (escribió unas reseñas sobre los Glosarios para la Revista Nacional de Cultura, cuando
aparecieron pu-
blicados en la
primera edición
de las
Obras completas), Aura Gómez, María Josefina Tejera, Alexis Márquez Rodríguez,
Luis Quiroga Torrealba, Jesús Olza, Alexis Márquez Carrero,
Edgar Colmenares del Valle,
Francisco Javier Pérez y Pedro
Pablo Barnola, entre otros.
Precisamente, este último
ha logrado una valoración muy justa del trabajo
de Alvarado como lexicógrafo. El Padre
Barnola escribió
en los márgenes de un libro de su biblio-
teca (Americanismos de Miguel de Toro y Gisbert,
en el es- tudio titulado
«Los diccionarios de americanismos») una nota
que busca resumir los aportes de
este estudioso y la vigencia de su
obra. He aquí esta nota, que sale a la luz por
primera vez:
Parece que el Dr. Lisandro
Alvarado tuviese
muy pre- sentes todas las indicaciones de este autor (Miguel de Toro y Gisbert) para elaborar sus dos obras
magistra- les: Glosario de voces indígenas de Venezuela y Glo- sarios
del bajo español
en Venezuela. En esta materia es lo más acabado y abundante. Alvarado, médico, na- turalista y políglota, sagaz observador y con una pre-
paración singular, como versado en latín y griego, acopió en su vida enorme
caudal de voces, escudri- ñando sus etimologías, cotejando
la sinonimia, con un
criterio de etnólogo y literato de alta talla.
Siguió con muy buen acierto
la enseñanza del
Dr. Ernst, el cien-
tífico más notable de Venezuela. (Paréntesis nuestro.)
Los historiadores
de la lingüística venezolana también han estudiado la posición que la obra de Alvarado
ocupa en el ámbito de esta disciplina. Las
conclusiones han sido, so- bre este particular,
muy exactas y valorativas de
la condi- ción de hito o marcador histórico
que esta obra tuvo en la historia de la ciencia del lenguaje en general y,
específi- camente, en la de la lexicografía
de nuestro país.
De esta manera, Edgar Colmenares del Valle y Fran- cisco Javier Pérez han organizado, el primero,
la evolución del concepto de «venezolanismo» («con Lisandro Alvarado
culmina este período de la delimitación y teorización so- bre
el venezolanismo que —como dijimos— se había ini- ciado con José D. Medrano»), y, el segundo,
la historia de
la lingüística venezolana (se establece
el año 1929, muerte de Lisandro Alvarado y fecha de la publicación póstuma de sus Glosarios, como marca diacrónica que
indica la conso- lidación de la lingüística científica en Venezuela), en etapas que
finalizan y tienen su punto de partida
hasta y desde la aparición del Alvarado
etnolingüista y lexicógrafo.
Para cerrar
diremos, la obra de Alvarado fue el resul- tado de una pasión venezolanista muy particular en la histo-
ria del país. Regeneró, como señaló Santiago Key-Ayala, una tendencia de la mente
venezolana que fue
esplendorosa con Bello, y con Baralt y Juan Vicente González. Hombre de cua- lidades especiales, como lo ha entendido Pascual Venegas
Filardo, Alvarado pertenecerá a esa estirpe de venezolanos que no ocupan
altas posiciones y un renombre
desmesurado, sino que pasan inadvertidos para el pueblo a cuyo conoci-
miento dedicaron todos sus esfuerzos. Grandes hombres de Venezuela
en los que el deber
y la pasión coincidían.
Este
Alvarado, a la vez esplendoroso e inadvertido, Aristóteles sin discípulos como lo llamara
Picón Salas, es el que hoy queremos rescatar para
orgullo y asombro de nuestra cultura y ciencia, siguiendo su
camino y pisando creativamente sus propios pasos.
FRANCISCO JAVIER PÉREZ
NOTA EDITORIAL
EN ESTA
NUEVA edición que Monte Ávila Editores Latinoamericana presenta a los lectores,
se tomó como ori- ginal el volumen I de las Obras Completas
de Lisandro Al- varado (Glosario de voces indígenas
de Venezuela. Caracas, Ministerio de Educación.
Dirección de Cultura y Bellas Artes,
1953, 422 pp.) publicado en 1953 por
la Comisión Editora. En la edición de aquel entonces fueron incorpora- das las «Correcciones y adiciones
al Glosario de voces indí- genas
de Venezuela», que Alvarado
estuvo elaborando con ejemplar afán de
perfeccionamiento, después de dar al
pú- blico una primera
edición de esta obra en 1921. La presente edición
no incluye los prolegómenos ni el trabajo comple- mentario «Voces geográficas»
de la edición de 1953. Dado
que es una obra de características complejas la que hoy pre- sentamos,
y de interés lingüístico e histórico
para estudiantes e investigadores de la lengua, se procedió a revisar y moder-
nizar —sólo en algunos
casos— la particular ortografía del
autor
y del español de su época, respetando, por supuesto, en todo momento su contenido y la rigurosa
investigación que realizara Lisandro Alvarado
a inicios de este siglo.
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